por Macarena Urenda Salamanca
El tema de la edad es un tema que debe preocupar a un país como Chile que ve como día a día el porcentaje de sus habitantes adultos mayores va aumentando. Este asunto de la vejez, nos plantea grandes desafíos en muchos ámbitos de la sociedad como el moral, legal, de salud y laboral por mencionar sólo algunos. Todos ellos constituyen desafíos que deben ser asumidos pero también debatidos ya que, en un país que hasta hace poco se consideraba joven, algunos de estos planteamientos no encontraban ningún espacio. Sin embargo, hoy día las cosas están comenzando cambiar y eso se está reflejando en los medios. Sólo en estos últimos días, ha aparecido en la prensa una serie de artículos relacionados con el tema de la tercera edad. Un extenso debate de varios días en la sección cartas al lector, del diario El Mercurio por ejemplo, en el que se intercambiaban opiniones y vivencias acerca de la mala vejez y la buena vejez. Esta discusión tocaba una serie de puntos que si uno los analiza con mayor detención, dan cuenta de cómo la vejez a veces depende de una serie de factores que van más allá de las características personales, y más bien tienen que ver con el entorno social, familiar social y cultural en que a uno le ha tocado desarrollar su propia vida. Otro ejemplo, ahora vinculado con la edad en las mujeres, es el de un artículo aparecido en una revista femenina con testimonios de mujeres profesionales todas ellas conocidas y exitosas y todas mayores de sesenta años. Allí ellas cuentan respecto de muchos prejuicios sociales y culturales, (entre ellos el machismo propio de la época en que a ella les tocó salir a trabajar) que les ha tocado enfrentar y como han tenido que aprender de sus errores y enfrentar sus propias carencias para salir adelante.
Pero más allá de los medios, uno se topa a diario con personas mayores En mi trabajo como concejala, me toca convivir cotidianamente con personas de la tercera edad, en su mayoría mujeres y provenientes de sectores socioeconómicos bajos. Acudo semanalmente a las sedes sociales de los sectores de alto de la comuna de Viña del Mar donde se reúnen. Tomo té con ellas, colaboro en el desarrollo de sus proyectos sectoriales, admiro sus tejidos y manualidades, observo sus juegos de mesa, me conmuevo con sus relatos de vida y lo más importante, me maravillo de su sabiduría. Ellas, ya mayores y algunas con serios problemas económicos y de salud, destinan un par de horas a la semana para juntarse. Ese ratito, esperado con ansias, lo dedican a escucharse, a reírse y a comer cosas ricas que ellas mismas han preparado. Es una pequeña pausa, como me decía una señora el otro día, que las hace sentirse plenas y vigentes en un país que todavía no resuelve en su totalidad algunos temas como el de la vejez y menos esa más carenciada que es la que vive en condiciones de pobreza.
Formar redes de ayuda, compartir testimonios, investigar, conversar, buscar ejemplos positivos. Todo ello forma parte del gran debate nacional en torno a la “buena vejez” que todos queremos lograr para nosotros y para los nuestros. Aprovechemos esa sabiduría femenina que nos caracteriza y sigamos aprendiendo y aportando en torno a este tema