martes, 29 de mayo de 2012

La felicidad y la economía


por Macarena Urenda Salamanca

En estos días a propósito de los movimientos sociales y de  los  resultados de encuestas de opinión pública respecto de las principales instituciones del estado los que contrastan con los indicadores económicos del país,  ha vuelto instalarse en la agenda pública la vieja discusión acerca de  la relación que existe entre la percepción de felicidad y el estado de la  economía de una nación.  Un buen punto de partida para el análisis de este tema,  parece ser la  revisión de  algunos  conceptos claves asociadas a felicidad.  En general ha habido una creencia de que existe una relación estrecha entre las condiciones adquisitivas de las personas con  calidad de vida, mayor bienestar y como consecuencia de ello, mayor felicidad. Esta relación sin embargo no es tan causal como se percibe,  aunque obviamente existe una gran relación entre estos tres conceptos. 

Según la Organización Mundial de la Salud,  la calidad de vida es “la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en su relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico su nivel de independencia sus relaciones sociales así como sus relación con los elementos esenciales de su entorno” Uno de los conceptos que en ocasiones se utiliza como equivalente al anterior es el de bienestar que se vincula mas bien a factores económicos objetivos. El bienestar individual consistiría en la conciencia de cada individuo de tener satisfechas en gran parte, o todas de sus necesidades personales.  Respecto de la felicidad, entendida como la sensación de bienestar subjetivo,  existen estudios que indican que los 7 factores que más la afectan son relaciones familiares,  situación financiera, trabajo, comunidad y amigos, salud,  libertad personal y  valores personales.

Una de las cuestiones que plantea la economía de la felicidad es la de la relación entre renta y felicidad entendida esta última como la percepción subjetiva que declaran los individuos  acerca de su propio bienestar. La mayoría de los estudios acerca de este tema han concluido que la relación entre felicidad e ingresos existe y es sólida,  es decir,  el dinero sí da más felicidad y quienes tienen más renta se declaran porcentualmente más felices que quienes tienen menos. Sin embargo esta correlación  no es absolutamente  proporcional  ya que hay muchos estudios que demuestran que los incrementos de renta no implican incrementos de felicidad. La tendencia de estos estudios muestra que los ingresos adicionales son realmente valiosos cuando sirven para elevar a las personas por  encima del umbral de la pobreza pero no siguen aumentando progresivamente una vez que las personas han alcanzado un índice de bienestar razonable. 

A partir de lo anterior cabría preguntarse si es importante que el estado intervenga en la economía para posibilitar que la gente sea más feliz fomentando los factores que influyen positivamente en los niveles de felicidad y tratando de disminuir los factores que influyen negativamente en las mismas. A mí me parece que sí,  pero que esto es ciertamente no es una tarea exclusiva del estado.  Todos debemos trabajar y sumar   esfuerzos, desde nuestras diversas posiciones, en: disminuir las brechas salariales con el objetivo de asegurar una calidad de vida digna para todos, mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, establecer políticas que mejoren nuestra calidad de vida familiar, invertir en educación, en tiempo libre y en salud pública. Así no sólo seremos una sociedad más desarrollada y democrática, sino ciertamente una sociedad más feliz