por Macarena Urenda S
El mundo de las mujeres de hoy es
sin duda un mundo intenso y ocupado. La mayoría somos no sólo somos
trabajadoras a tiempo completo sino que también tenemos hijos y nos preocupamos
de la tareas del hogar sea como administradoras en muchos casos y en otras como
ejecutoras de gran parte de la tareas
domesticas de la casa.
Esta es la realidad que vivimos mayoritariamente en nuestro país, y si bien en un primer
análisis, podría explicarse por los resabios machistas
de la sociedad en que vivimos, muchos
estudios nos están mostrando otra cosa. Lidia Héller investigadora argentina que se ha
especializado en estudios sobre liderazgo femenino señala que las mujeres quieren tenerlo todo; quieren ascender en su trabajo pero no quieren
reasignar su rol doméstico “El hogar es un ámbito de poder que muchas no
quieren ceder.” El filósofo francés Gilles Lipovetsky desarrolla en su libro “la
tercera Mujer” una teoría respecto de porqué esto sucede. Para Lipovetsky, las
desigualdades que aún persisten en el mundo del trabajo, de la política y otros
no se explican sólo como sobrevivencia de valores del pasado, retraso o
arcaísmo, que la dinámica igualitaria hará desaparecer en el futuro. El lugar
predominante de la mujer en el rol familiar se mantiene no solamente a causa
del peso cultural y de las actitudes egoístas de los hombres, argumenta, sino
porque estas tareas enriquecen sus vidas emocionales y relacionales, y dejan en
su existencia una dimensión de sentido.
Afirma Lipovetsky, " A pesar de la feminización de las carreras y del
empleo, el poder económico y político permanece mayoritariamente en manos
masculinas. Si las mujeres están asociadas prioritariamente al polo privado de
la vida y los hombres al público, esto tiene consecuencias inevitables en la
cuestión del poder. Aunque lejos estemos todavía de una sociedad que dé las
mismas posibilidades a hombres y mujeres en el acceso a éste, no se debe
solamente a los obstáculos masculinos sino a la priorización que dan las
mujeres a los valores privados que las vuelve refractarias a la lucha del poder
por el poder.
Se espera que en el futuro habrá muchas mujeres en los centros de poder, pero no será el poder político el último bastión masculino en caer; será el poder económico el más lento en abrirse a las mujeres. Estas, sugiere Lipovetsky, manifestarán mayor inclinación por puestos de responsabilidad política que comprometerse en luchas por grandes puestos de poder en las empresas. "Aceptarán mejor sacrificar una parte importante de sus vidas privadas por causas que vehiculicen un sentido de progreso para los otros, que expresen un ideal común, que sacrificarse por funciones económicas marcadas sobre todo por el gusto del poder por el poder".
Se espera que en el futuro habrá muchas mujeres en los centros de poder, pero no será el poder político el último bastión masculino en caer; será el poder económico el más lento en abrirse a las mujeres. Estas, sugiere Lipovetsky, manifestarán mayor inclinación por puestos de responsabilidad política que comprometerse en luchas por grandes puestos de poder en las empresas. "Aceptarán mejor sacrificar una parte importante de sus vidas privadas por causas que vehiculicen un sentido de progreso para los otros, que expresen un ideal común, que sacrificarse por funciones económicas marcadas sobre todo por el gusto del poder por el poder".
Para que las mujeres podamos seguir
avanzando y participando del
mundo público sin tantos costos en
nuestra vida personal, es
importante tener claro cuáles son los
obstáculos que enfrentamos. Pero tal vez
lo esencial sea preguntarse de dónde vienen esas
barreras