Macarena Urenda Salamanca
No sé si será porque
hace poco perdí a mi padre, pero
últimamente me ha estado dando vueltas en la cabeza
el tema de la madurez. Suele decirse que el ser humano madura definitivamente,
cuando lo hace, luego de perder a su padre. No tengo la certeza de que esto sea verdad, pero lo cierto es que ante tamaño dolor, una se
plantea muchas cosas en un
esfuerzo por recobrar el equilibrio perdido
y de alguna manera se hace consciente de que, ahora sí que sí, uno es definitivamente la responsable de lo que le
sucede y de lo que le sucederá en el futuro.
Porque el reconocer que la vida de una persona depende
en gran parte de ella misma, está
directamente relacionado con la madurez,
ya que ésta, según
los psicólogos, es el momento en que una persona asume que si algo sale bien o
mal en su vida, es sólo la consecuencia de sus propias acciones. En otras
palabras: es el momento en que una persona es capaz de tomar las mejores
decisiones posibles pensando más en el beneficio de largo plazo que en lo
inmediato.
Cómo es obvio, la madurez
no es para todos igual, aunque la
mayoría logra ese proceso de manera progresiva desde los 30 años en adelante y a partir, de acuerdo
a los especialistas, de tres condiciones
imprescindibles:
- Primero, el cerebro, la máquina que permite toda nuestra
vida emocional, debe haber finalizado su maduración, algo que nunca ocurre
antes de los 25 años.
- Segundo, la persona se debe haber enfrentado a
experiencias no traumáticas, pero sí poderosas y capaces de cambiar la
perspectiva, como el fracaso. Como dice Marcela Lechuga en su libro “Así es la vida”. “No se nace con recursos
de afrontamiento Estos se desarrollan a lo largo de la vida, en la continua
interacción entre nosotros y el medio ambiente, que se conoce como la 'experiencia de estress' Por eso es tan importante aprende a utilizar esos
recursos valiente y decididamente como factores que facilitan el ajuste y la
adaptación funcional de la vida misma”.
- Tercero, debe
haber alcanzado la autonomía en tres sectores claves: emocional, moral y
económico. Lo anterior significa tener
la habilidad de sentir y pensar por una misma resistiendo las presiones
sociales y ser capaz de ser económicamente independiente y de manejar el dinero
de modo racional.
La
madurez es un camino que uno recorre a veces sola y a veces acompañada.
Ese camino siempre se puede volver a recorrer en la medida en que seamos capaces de recordar y reconocer en
nuestra historia personal tantas experiencias que en el momento fueron difíciles pero nos permitieron avanzar y poder
reconocernos hoy día como las mujeres adultas que ya somos.
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